No es un secreto que las nuevas tecnologías y, en especial, el internet se ha convertido en parte fundamental de nuestra vida. Hoy en día es casi imposible vivir sin tener al alcance de la mano o dentro de nuestro bolsillo acceso inmediato a internet. Solo pensemos en ¿cuántas veces hacemos uso de éste en un trayecto de una hora, dentro de un auto en donde no seamos los conductores?
¿Cuántas veces navegamos y buscamos alguna información, noticia y cuántas veces solo utilizamos nuestras redes para distraernos y hacernos más ameno el viaje?
Ahora bien. Una de las ventajas que nos ha traído esta navegación constante es la de comprar y vender desde cualquier lugar del mundo en donde exista internet (es decir en cualquier lugar y a cualquier hora), así como las transacciones internacionales.
Entre otras razones, la pandemia ha catapultado el uso de la web para adquirir y promocionar productos y servicios.
Los clientes no son los mismos que hace 20 años. Actualmente el cliente investiga, compara, pregunta y evalúa lo que va a adquirir.
Desde este punto de vista las diferentes marcas y empresas están siendo juzgadas a partir de opiniones que son expuestas en las diferentes páginas y redes sociales.
Los efectos de esta difusión de información son promover y posicionarlas rápidamente pero así mismo pueden llegar a destruirlas en cuestión de segundos.